Alfonso
Arango “Forro”
Tomado del libro “Los Hijos del Pueblo”, de Mario Montoya Cortés.
Ilustración: Jairo Franco
Martínez, pintor costumbrista.

Era
muy pipero y se gorriaba al que fuera, además de pegarse tremendas borracheras
y por eso bajaba arrastrándose hasta su casa, en la mal llamada Calle Abajo hasta
El Refresco.
Trataba
de hablar pero nada se le entendía, solo musitaba sonidos o palabras
monosilábicas.
Tenía
una obsesión sobre una mujer que solo estaba en su cerebro, a quien llamaba
¡Ñeñi...Ñeñi! Se refería a una Nelly. Y cada que querían gozárselo le decían:
“Mijo, que aquí le manda Nelly”. Y él -en su inocencia- aparentaba leerla con
palabras incoherentes, aun estando la hoja al revés.
Cuando
pedía dinero o le iban a pagar por hacer un mandado y le daban billetes (en ésa
época billetes de 50 centavos, “los Neritas” o de peso y de dos) no los
recibía, solo aceptaba menuda y se quedaba cuidando todo el día al que le daba
algo, pero con la intención de bebérselo. Aunque allá en el cielo donde debe
estar (porque fue un hombre bueno), sólo podrá “gorriale” vino de consagrar a
San Pedro.
Un
día, a las 8:00 de la mañana, el gerente del Banco Cafetero le entregó un
racimo de plátanos para que se lo llevara a su esposa. Cuando el gerente llegó
a su casa le preguntó a ella cómo le habían parecido los plátanos:
-¿Cuáles
plátanos papi?
-
Pues los que te mandé con Forro, mija.
-¡No
papi, aquí no los ha traído!
-Vea
pues, ¿qué los habrá hecho?
Y
de un momento a otro, a las 9:00 de la noche, apareció “Mijo” cargao'ela borrachera,
con el fundillo embarrado, arrastrándose con el racimo y todo ensopao por la
lluvia que caía, cumpliendo con ello el mandado.
Allí
estaban pintadas la responsabilidad y la gran honradez de Alfonso. Fue tan
irresponsable que para él era primero el licor que el cumplimiento del deber,
pero aún así, borracho como estaba, se acordó del deber de entregar lo
encomendado.
Otra
de las tantas anécdotas de la historia de Alfonso Arango “Forro”, es una que le
tocó vivir a este servidor de ustedes, Jairo Franco Martínez, cuando en su
niñez le tocó trabajar en las cantinas, barriendo, trapeando, lavando los vasos
y pocillos o de mesero muchas veces; siendo testigo de esta anécdota:
Por
el cariño que los cantineros le tenían a “Forro”, los domingos le guardaban los
sobrados de cerveza que dejaban los borrachos, y muchas veces le llenaban hasta
cajas enteras de cerveza; y al día siguiente lunes, “Forro”, al que no le daba
pereza madrugar, llegaba a las cantinas afeitado y bañado y por lo general con
ropa limpia. Hacía los mandados y los cantineros le daban la cerveza que le
habían guardado.
Cuando
uno se lo encontraba por la calle, era muy común escucharle “hoy bebo, hoy
bebo”.
A
“Forro” le gustaba comer carne cruda y sus relaciones con su contemporáneo,
también personaje típico de Amagá, Julio Quiroz Tirado “Majija”, no era muy
buena y era muy común verlos discutiendo por las calles de nuestro pueblo.
¡Qué
dicha tenerlo aún para que nos alegrara la vida y nos enseñara sus valores! Es
que él era gente.
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